Hemos tenido el gusto, o más bien diría disgusto, de ver el logotipo de la candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos. ¿Cómo es posible que se convoque un concurso público entre estudiantes de Diseño para una imagen de marca-país?
El logo de un proyecto de esta envergadura genera mucha imagen y tiene muchísima proyección a nivel internacional. Tiene la suficiente importancia como para ser tomado en serio y dejarlo en mano de profesionales con una trayectoria que avale sus propuestas. Pero no, se deja en manos de unos estudiantes.
El resultado; un logo chapucero, poco comunicativo, sin identidad, que no representa a Madrid ni al deporte, ilegible, no se sabe si pone M-20 ó 20020. Si el trabajo del estudiante, que no es responsable de semejante desatino, ha sido poco acertado, para qué hablar de la agencia que lo ha “arreglado”; una tilde en la í, elimina un color olímpico y le resta legibilidad al recortarlo por la parte inferior.
Claro que, esto es sintomático de cómo se valora la profesión. A nadie se le ocurriría dejar en manos de unos estudiantes la construcción de un edificio o como dice Oscar Mariné “Es como si el seleccionador de fútbol fuese a buscar a los jugadores al colegio”, gran símil.